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viernes, 2 de marzo de 2018

Cuando Vigo fue capital

Según los documentos existentes, no es hasta el año 1163 cuando Pontevedra hace su aparición en la historia con motivo a la donación, de Fernando II, al monasterio de Poio de la mitad de los diezmos de la iglesia de Santa María.

Debemos de esperar unos pocos años más, cuando este mismo monarca, en el año 1169, concede un fuero real al burgo de Ponte Veteri, el primer fuero pontevedrés que fue concedido por el rey de León en Ciudad Ro­drigo a: “…omnes habitatores de Ponte Veteri tam presentes quam futuros…”.

Sobre este fuero real inicia su andadura la vida municipal pontevedre­sa. El texto no sufre alteración alguna cuando, a petición de los representantes del concejo, es confirmado en Sevilla, en 1264, por Alfonso X; pues el original, en palabras de los mismos: “porque este priui­legio non era sellado et por mala guarda fuera dannado de agua”.Este trascendental documento se conserva actualmente en el Museo de Pontevedra.

No obstante, la Ponte Veteri medieval, distinguida con el llamado “Fuero de Pontevedra” por el monarca leonés, fue donada pocos años después, en 1180, a la mitra compostelana y bajo el señorío arzobispal permaneció la villa hasta el Decreto de abolición ge­neral de los señoríos que se produjo en 1811.
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Si bien, durante el reinado de Felipe II, la villa se desvincula, mo­mentáneamente, del señorío arzobispal, y en 1595 el regidor don Melchor de Teves y Britto se esforzó en mostrar con importantes edificaciones y nuevos servicios la eficacia del cambio, surgiendo la necesidad de contar con un edificio consistorial. Aunque, como decimos, fue un breve paréntesis, pues de nuevo volvimos al “statu quo” anterior, con el arzobispado santiagués señoreando la villa.

En 1820, siendo rey Fernando VII, tuvo lugar el pronunciamiento liberal de Rafael del Riego, que dio paso a una nueva etapa de su reinado (1820-1823), el denominado "Trienio Liberal", aboliéndose los privilegios de clase y los mayorazgos, además de suprimirse la Santa Inquisición y dando paso en enero de 1822, a una nueva división territorial. Se contemplaba la necesidad de reorganizar el territorio de manera racional y eficiente. Así pues, se establecen cuatro provincias para Galicia: Coruña, Lugo, Orense y Vigo. Por consiguiente, a lo largo de un año y poco, Vigo fue capital de provincia.

Con la llegada, el 7 de abril de 1823, de los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del general Duque de Angulema, se restablece el absolutismo en la figura del rey Fernando VII, y en ese mismo año, esta división territorial queda sin validez.

El 30 de noviembre de 1833, con el decreto de Javier de Burgos, se estableció la actual división de provincias donde se consideraba a Pontevedra la ciudad más idónea para ser la capital de su provincia, por motivos geográficos e históricos.

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En 1836, Vigo volverá a la carga política para recuperar la capitalidad y aunque el Gobierno aprobó un Real Decreto que acordaba el traslado a Vigo de la capital de la provincia, nunca llegó a tener efecto, bien porque nunca se refrendó o porque se extravió, y posteriormente no se consideró oportuno confirmarla. Esto tendrá su epílogo el 3 de octubre de 1840, cuando tropas viguesas, armadas con dos cañones, atacan y cañonean Pontevedra en disputa de la capitalidad de la provincia. La guerra de las dos ciudades de la que hablaba Villamil.

El Congreso no podía volverse atrás y menos ante la presión militar, por lo que la designación de Pontevedra como capital, que fuera coronada con la concesión del título de ciudad por Real Carta otorgada por la reina Isabel II el 23 de noviembre de 1835, adquirió carácter definitivo.




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