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lunes, 19 de febrero de 2024

Leyenda de los Aldao–Maldonado y las cinco flores de lis

 Existen diversas versiones sobre este acontecimiento y si bien varía la historia, el final es el mismo. El hecho nos narra como un miembro de la familia de los Aldao, Hernán o Nuño (hay discrepancias) Pérez de Aldao, se convierte en el fundador del apellido Maldonado y toma por armas nobiliarias las que el rey de Francia le concedió (cinco flores de lis colocadas en sotuer).

Se desconoce con exactitud la fecha en cuestión, pero este acontecimiento estaría englobado entre la segunda y quinta Cruzada, alrededor de los años 1147-1221. 

Don Hernán Pérez de Aldao se encontraba gravemente enfermo y se encomendó a la virgen, prometiendo visitarla si le devolvía la salud. Apenas mejoró un tanto, se puso en camino desde Galicia hacia las ásperas montañas de Cataluña. Con el cansancio y las molestias de tan largo viaje se recrudeció su dolencia, por lo que al llegar fue preciso ponerle una cama en uno de los ángulos de la iglesia para que pudiera hacer la novena que había ofrecido. Llegada la fiesta de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre, se llenó por completo el templo de fieles deseosos de presenciar las ceremonias litúrgicas. Uno de los peregrinos, llamado Guillermo, Duque de Normandía, sobrino del rey Felipe de Francia, no hallando otro lugar más despejado de gentes en toda la iglesia que aquel donde estaba la cama del mencionado don Hernán o Nuño Pérez de Aldao, se permitió la libertad de ponerse de pie en ella para ver mejor las ceremonias, agraviado don Hernán, tanto por la molestia que le causaba el Duque como por su falta de atención, le dijo:

—"Os ruego, en cortesía, caballero, busquéis otro sitio en que mejor podáis estar, que vuestros pies me incomodan".

A lo que contestó el Duque Guillermo con altanería:

—"No te incomodarían si supieses quien soy".

Replicándole el enfermo:

—"Tu también, si me conocieses, me harías más cortesía".

Pero, lejos de ceder, volvió a contestarle el Duque:

—"No me des ocasión para que ponga los pies de modo que los sientas".

Estas palabras acabaron de agraviar al de Aldao, y lleno de indignación, replicó al Duque:

—"Prometo que si esta Señora, a cuya devoción vine, me escapa de lo que padezco, iré a tomar enmienda de la injuria recibida en su casa".

Pero escarneciendo el Duque la amenaza, la desechó riéndose.

Sanó el de Aldao y convocó a sus más principales parientes, manifestándoles su desafío y queja. Todos ofrecieron asistirle, arriesgando sus vidas y gastando sus haciendas, y acordaron dar cuenta al rey don Alonso, que se hallaba en Burgos, a donde fueron a pedir amparo. 

Enterado su Majestad ofreció su favor, enviándolo como embajador ante el rey de Francia, para que le asegurase que Hernán Pérez de Aldao era tan principal caballero, que podía desafiar a otro cualquiera de los de Francia, sin exceptuar ninguno por preeminente que fuese, y que bajo su amparo no permitiese se le hiciera superchería.

Fue recibido Hernán y sus parientes con benigno agrado del rey Felipe, y reunidos los Grandes de Francia se refirió el suceso. El Duque Guillermo pidió perdón, mas Hernán propuso se postrase, en castigo de su ignorancia, y consintiera le pusiese los pies encima. El Duque no consintió y Hernán suplicó al rey terminase su querella por desafío, señalando armas y día, y asegurando el campo, pues era extranjero y estaba en su reino. El rey guardó justicia.

Llegó el día señalado y ambos caballeros concurrieron en sus caballos a la brida, con arneses blancos, lanzas de armas, porras, espadas y dagas, usando por timbre Hernán Pérez de Aldao el lema Ave María y llevando en su escudo las armas de Aldao, que eran dos lobos de púrpura en campo dorado. 

Puestos así en la estacada, se arremetieron rompiendo lanzas, por lo que usaron las porras, dándose recios golpes, de los que salió herido en la cabeza el Duque, que cayó al suelo. Saltó entonces Hernán de su caballo, a desenlazarle el yelmo para cortarle la cabeza, a cuyo tiempo el rey arrojó el cetro, y los fieles del campo se interpusieron para estorbarlo, de lo que dio Hernán quejas a su Majestad. 


El rey le dijo a don Hernán que bastaba lo hecho, que si el Duque moría quedaba vengado y si sanaba del golpe en la cabeza, el rey quedaba obligado a darle satisfacción a su agrado. Mejorado el Duque, pidió Hernán el cumplimiento de lo prometido, y se le dijo pidiese lo que quisiera. Juntos los altos hombres de la Corte y ratificado el rey en su ofrecimiento por tres veces, dijo Hernán:

—"Señor, te pido que como traes tres flores de lis por armas, me otorgues para que yo pueda tener cinco". 

Le disgustó al rey Felipe la pretensión, y le ofreció en cambio riquezas y otras mercedes, pero el de Aldao contestó que no había ido a Francia por riquezas, sino por su honor, y que de no cumplir el rey su promesa, se volvería quejoso, no ya del Duque, sino del mismo Monarca. El rey le contestó:

—"Yo te las doy, si bien, mal donadas, es decir, contra mi voluntad".

Desde entonces Hernán Pérez de Aldao llevó como sobrenombre el de Maldonado, tomándolo sus deudos de la frase del rey Felipe, "maldonadas", y comenzó a lucir por armas las cinco flores de lis. Sus descendientes conservaron el apellido Aldao y el sobrenombre de Maldonado y, este, en diversas ramas de esta familia de origen gallego terminó por prevalecer.


miércoles, 14 de febrero de 2024

El carnaval pontevedrés, Muruais, Solís, un loro y un anarquista francés


 Sin lugar a dudas como punto de inflexión en el carnaval pontevedrés deberíamos de considerar el año 1876, y al extrovertido, emprendedor y amante de todo tipo de actividad cultural, Andrés Muruais, como gran divulgador de los mismos, quien junto con su hermano Jesús y un grupo de personajes relevantes de la vida intelectual pontevedresa toman la iniciativa y unos meses antes de la fiesta hacen correr la noticia de que un ser monstruoso recorre diversos lugares de la ciudad, cunde el miedo y el terror, incluso entre los vigilantes nocturnos. 
Andrés crea un ambiente carnavalesco disfrazándose con pieles y cubriendo su cabeza con una careta de animal, arrastrando fuertes cadenas. De esa guisa y con aullidos lastimeros recorre las calles de la ciudad. Los vecinos de la Moureira lo identifican con el Urco, un monstruo legendario, un animal fantástico portador de malos augurios
Fue tal la repercusión en la ciudadanía y caló tan hondo dicho carnaval que durante muchos años los pontevedreses recordaban aquella estrepitosa mascarada.
La vida de Andrés Muruais fue efímera, falleció el 21 de octubre de 1882, a los 31 años de edad y se convertirá en el primer pontevedrés ilustre que reposará en el camposanto de San Mauro, diseñado por el arquitecto Alejandro Rodríguez-Sesmero e inaugurado el 29 de septiembre de 1882.
 Promovió seguramente el dicho de que los pontevedreses no se mueren, sino que un día deciden, sin más, trasladarse a San Mauro. 
Con el forzado paréntesis de nuestra terrible Guerra Civil y tras los férreos años de prohibición durante la posguerra, llegamos al año 1949 cuando el gobernador civil don José Solís Ruiz, con fama de hombre abierto y dialogante, saltándose la prohibición gubernamental, autorizó por su cuenta y riesgo la celebración del carnaval pontevedrés, eso sí, exigió moderación y que se celebrasen en el interior de los locales de las sociedades, manteniendo la prohibición del "uso de dominós, caretas y disfraces por las calles y lugares públicos". Así quedaba nuevamente instaurado el carnaval en nuestra ciudad.
Pero el renacer del carnaval en la calle, llegará algo más de cien años después de la muerte de Muruais, en 1984, el carnaval pontevedrés vuelve a salir a la calle, y lo hace con una figura que hoy es santo y seña de nuestro carnaval, el loro Ravachol.
En la botica de don Perfecto Feijoo se celebraba la más popular de las tertulias de la ciudad, no tanto por los señores que allí se reunían, utilizando como lugar de descanso su famoso banco; sino por su propietario, 
don Perfecto Feijoo
, afamado gaitero y 
fundador del "Coro Aires da Terra"; por su emplazamiento, en el punto más céntrico de la ciudad y por su popularísimo loro Ravachol, propiedad del boticario y así llamado en honor al anarquista francés François Claudius Koënigstein, que tenía ese "alias"
El famoso loro repetía lo que se le decía y también profería frases hechas que en la mayoría de los casos contenían alguna palabrota y no eran nada acordes con la seriedad de las personas a quienes se las dirigía
En más de una ocasión salió a escena en el Teatro Principal y en el Circo Teatro, con 
motivo a la celebración de funciones benéficas, y el loro entablaba graciosos y 
divertidos diálogos con el público.
Con todo este historial es fácil imaginar la que se armó en Pontevedra el día de su fallecimiento, que tuvo lugar a finales de enero de 1913. Además tal acontecimiento coincidió con las fiestas de carnaval y tuvo unas proporciones callejeras enormes.
Una singular manifestación de duelo se creó por la muerte del ave. En un departamento de la botica, sobre una mesita, se encontraba el cadáver del loro, disecado
 por Paco Moya, la copiosa afluencia de amigos y extraños fue tal que se hizo 
necesario el trasladado del animal al salón de la sociedad Recreo Artesanos y expuesto al público, centenares de curiosos pasaron por aquel lugar.
El miércoles de ceniza por la noche se celebró una gran cabalgata dedicada a Ravachol, millares de personas acudieron a la ciudad abarrotando las calles por donde transcurriría el cortejo fúnebre. La comitiva partió de la plaza de la Herrería, donde se encontraba el Recreo de Artesanos. La marcha la rompían doce jinetes con farolasseguían bandas de cornetas y comparsas de las que habían tomado parte en las fiestas de carnaval. El Casino y el Recreo aportaron dos grandes carrozas, los contertulios de la farmacia ocuparon otra; cerraba el cortejo la banda municipal, grupos de máscaras y carruajes diversos. 
Se disolvió la comitiva en los Jardines de Vincenti y en el Teatro Circo se celebró un festival humorístico. Toda la prensa regional dedicó reseñas, crónicas y versos a tan querido y distinguido animal.
El loro Ravachol fue enterrado en la finca "El Padronelo", propiedad del boticario, en la zona de Mourente, rodeada de mirtos y camelias.

domingo, 11 de febrero de 2024

La casona masónica de Pontevedra

 En Pontevedra ciudad existe un edificio singular cargado de enigmas y misterios. Es la que se conoce como la casona de los Fonseca o la «casa masónica», por su estructura arquitectónica cargada de elementos masónicos. 

En su interior conserva intacta la sala principal, con su ventana semicircular, donde se realizaban las reuniones masónicas, teosóficas y espiritistas. 

Hoy en día alberga en su interior las dependencias del Archivo Histórico Provincial.

Este singular y enigmático edificio neoclásico, cargado de elementos simbólicos, es una construcción sobria y elegante que consta de dos plantas y ático. Mandado construir por D. Eulogio Fonseca García de Redondo.

Se finalizó su construcción en 1910. 


D. Eulogio Fonseca García de Redondo, nació el 27 de agosto de 1846. Hijo de Luis de Fonseca y de Francisca García de Redondo, y tío de Javier Pintos-Fonseca García. Se sabe que en el siglo XIX, ostentando el grado 18º y con el alias Fenelón, perteneció a la logia masónica pontevedresa «Helénica nº 63/nº 11», que funcionó entre 1882-1890, y de la que dependería el Capítulo «Constancia», y a la que también perteneció, entre otros, Indalecio Armesto, (Arístides). Se cree que también lo hizo años después en la logia “Helenes nº7”.

La fachada, de sillería labrada, es neoclásica, con un pórtico de ocho columnas que sostienen un gran frontón en el que se abre una ventana semicircular, clara referencia al Ojo de la Providencia, el ojo que todo lo ve, símbolo que fue gradualmente adoptado por los francmasones para representar al Gran Arquitecto del Universo. Su verdadero origen se encuentra en el simbolismo del Udjat u "Ojo de Horus ", antiguo dios egipcio que representa al sol.

Se accede por una escalinata flanqueada por dos esfinges de piedra, animal fabuloso, fieles guardianes de lugares que no deben ser accesibles para todo aquel intruso que no sepa desvelar el acertijo que le permita su paso.

A cada lado del frontón, dos grifos, animales alados, simbólicamente significativos por su dominio de la tierra y el cielo, debido a su cuerpo de león y cabeza y alas de águila. Para los antiguos hebreos el grifo fue siempre una figura guardiana. En Creta representó la valentía vigilante y así también lo consideraron los antiguos griegos. Para los romanos fue el emblema de Apolo, el dios de la luz y estuvo relacionado con Atenea, diosa de la sabiduría y con Némesis, diosa de la venganza.

En el interior del pórtico y en su lado derecho se encuentra grabada la fecha de finalización, 1910, y el símbolo phi, que se corresponde con el número áureo o la divina proporción, su nombre es en honor al escultor griego Fidias.

El edificio, fue adquirido, en 1955, por el Ministerio de Educación Nacional, para albergar el Archivo Histórico Provincial y la Biblioteca Pública, trasladándose a este edificio en 1960 y compartiéndolo hasta 1996, momento en que la Biblioteca Pública Provincial cambió de emplazamiento. Fue reformado entre los años 1993 y 1996, y en la actualidad está destinado en exclusiva a Archivo Histórico Provincial.

En Galicia, hubo un grupo de intelectuales relacionados con el espiritismo y la teosofía: Manuel Otero Acevedo, Víctor Said Armesto, Alfredo Rodríguez de Aldao o Javier Pintos-Fonseca. Con ellos estuvo relacionado Ramón del Valle Inclán, muy interesado, todos estos años, por el ocultismo, igual que su amigo Rubén Darío. Valle, además de referencias menores en otros libros, escribirá dos obras claramente teosóficas y herméticas: La lámpara maravillosa y el poemario El pasajero. Y se sabe que tenía la intención de escribir otro tratado de carácter teosófico sobre Prisciliano.

La logia teosófica "Marco Aurelio" se fundó en Pontevedra en 1911 y formaban parte de la misma, entre otros, Javier Pintos-Fonseca, Jacobo Sanmartín y Alfredo Rodríguez de Aldao. En Andalucía acababa de formarse otra logia teosófica, "Rama Fraternidad". En 1919 se fundará en Sevilla el Centro de Estudios Teosóficos, con el que estará vinculado Diego Martínez Barrio.

Con el grupo "Marco Aurelio" estuvo estrechamente vinculado el escritor y pensador teósofo y masón extremeño Mario Roso de Luna, el «mago rojo de Logrosán», de nombre simbólico Prisciliano, a quien nombraron presidente honorario del mismo. Precisamente el grupo, por iniciativa de Javier Pintos-Fonseca, publicará en Pontevedra, en 1915, en una edición no venal para regalo, el libro Beethoven, teósofo, de Roso de Luna.

Tanto Javier Pintos como Alfredo Rodríguez mantuvieron correspondencia con Roso de Luna, así como otros gallegos (Pedro Arnó de Villafranca, de Pontevedra, profesor; Waldo Álvarez Insua, periodista; Primitivo Sanjurjo, profesor en la Universidad de Cornell (USA), Vicente Risco y Matías Usero Torrente). Afortunadamente, toda la documentación –amplísima- del Grupo “Marco Aurelio” se conserva en un archivo familiar.

sábado, 10 de febrero de 2024

Cuando Vigo fue capital

 Según los documentos existentes, no es hasta el año 1163 cuando Pontevedra hace su aparición en la historia con motivo a la donación, de Fernando II, al  monasterio de Poio de la mitad de los diezmos de la iglesia de Santa María

Debemos de esperar unos pocos años más, cuando este mismo monarca, en el año 1169, concede un fuero real al burgo de Ponte Veteri, el primer fuero pontevedrés que fue concedido por el rey de León en Ciudad Rodrigo a: "…omnes habitatores de Ponte Veteri tam presentes quam futuros…"

Sobre este fuero real inicia su andadura la vida municipal pontevedresa. El texto no sufre alteración alguna cuando, a petición de los representantes del concejo, es confirmado en Sevilla, en 1264, por Alfonso X; pues el original, en palabras de los mismos: "porque este priuilegio non era sellado et por mala guarda fuera dannado de agua".Este trascendental documento se conserva actualmente en el Museo de Pontevedra.

No obstante, la Ponte Veteri medieval, distinguida con el llamado "Fuero de Pontevedra" por el monarca leonés, fue donada pocos años después, en 1180, a la mitra compostelana y bajo el señorío arzobispal permaneció la villa hasta el Decreto de abolición general de los señoríos que se produjo en 1811.

Si bien, durante el reinado de Felipe II, la villa se desvincula, momentáneamente, del señorío arzobispal, y en 1595 el regidor don Melchor de Teves y Britto se esforzó en mostrar con importantes edificaciones y nuevos servicios la eficacia del cambio, surgiendo la necesidad de contar con un edificio consistorialAunque, como decimos, fue un breve paréntesis, pues de nuevo volvimos al "statu quo" anterior, con el arzobispado santiagués señoreando la villa.

En 1820, siendo rey Fernando VII, tuvo lugar el pronunciamiento liberal de Rafael del Riego, que dio paso a una nueva etapa de su reinado (1820-1823), el denominado "Trienio Liberal", aboliéndose los privilegios de clase y los mayorazgos, además de suprimirse la Santa Inquisición y dando paso en enero de 1822, a una nueva división territorial. Se contemplaba la necesidad de reorganizar el territorio de manera racional y eficiente. Así pues, se establecen cuatro provincias para GaliciaCoruña, Lugo, Orense y Vigo. Por consiguiente, a lo largo de un año y poco, Vigo fue capital de provincia. 

Con la llegada, el 7 de abril de 1823, de los llamados Cien Mil Hijos de San Luisal mando del general Duque de Angulema, se restablece el absolutismo en la figura del rey Fernando VII, y en ese mismo año, esta división territorial queda sin validez. 

El 30 de noviembre de 1833, con el decreto de Javier de Burgos, se estableció la actual división de provincias donde se consideraba a Pontevedra la ciudad más idónea para ser la capital de su provincia, por motivos geográficos e históricos

En 1836, Vigo volverá a la carga política para recuperar la capitalidad y aunque el Gobierno aprobó un Real Decreto que acordaba el traslado a Vigo de la capital de la provincia, nunca llegó a tener efecto, bien porque nunca se refrendó o porque se «extravió», y posteriormente no se consideró oportuno confirmarla. Esto tendrá su epílogo el 3 de octubre de 1840, cuando tropas viguesas, armadas con dos cañonesatacan y cañonean Pontevedra en disputa de la capitalidad de la provincia. La guerra de las dos ciudades de la que hablaba Villamil

El Congreso no podía volverse atrás y menos ante la presión militar, por lo que la designación de Pontevedra como capital, que fuera coronada con la concesión del título de ciudad por Real Carta otorgada por la reina Isabel II el 23 de noviembre de 1835, adquirió carácter definitivo.

martes, 6 de febrero de 2024

La virgen de Quitapesares, el pirata Drake y la invasión inglesa de 1719 a Pontevedra

 En la base de la torre de las campanas de la basílica de Santa María La Mayor, al lado del Cristo del Buen Viaje, se reproduce, en un relieve, una imagen de la Virgen que es una réplica de la que se venera en el templo de Placeres, patrocinado por Montero Ríos y construido sobre una ermita anterior, y se la conoce como la Virgen de Quitapesares.

La Virgen de Placeres o de Quitapesares se representa como la mujer vestida de sol "mulier amicta sole", descrita en el capítulo XII del Apocalipsis, donde se la muestra como imagen de la visión de Juan de Patmos, una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de estrellas sobre su cabeza. Se pensaba que esta Virgen ejercía su influencia protectora sobre el fenómeno natural que se produce en nuestra ría por la acumulación de sedimentos en el lugar donde el agua dulce confluye con la salada y que denominamos la barra, de tal forma que amparaba a las embarcaciones de fieles devotos para que no sufrieran ningún percance al atravesarla y dirigirse al puerto pontevedrés, y obstaculizaba el acceso de las embarcaciones herejes, quedándose varadas si pretendía llegar a nuestra puerto para atacarlo.

Sucedió que la isla de Tambo fue saqueada por las tropas inglesas de Francis Drake, en 1585. Allí arrasaron una ermita dependiente del monasterio benedictino de San Juan de Poio, donde se veneraba una imagen de Nuestra Señora de Gracia que era atendida por unos ermitaños, así nos lo cuenta Pedro Rodríguez Moñiz en 1595, y según el padre Sarmiento esta capilla fue incendiada y la imagen de la Virgen dando el pecho al Niño, arrojada al mar por la tropa de Drake. La respuesta divina ante tal profanación fue la del hallazgo fortuito entre las redes de unos marineros de Combarro de esta imagen y la consiguiente renovación de su culto en la capilla de la Renda, levantada en tierra firme, en lugar seguro frente a la isla.

Por lo tanto deberíamos de interpretar que esta representación de la Virgen de Quitapesares, en la base de la torre, es un acto de reconocimiento de los mareantes pontevedreses para con la Virgen de la ermita de Lourizán, que intercedió por la villa para que no fuese atacada por el pirata Drake, ya que este no fue capaz de atravesar la barra defendida por esta advocación mariana. La representación aquí presente, de cara a la plaza, proporciona un carácter conmemorativo para recordar permanentemente a los vecinos que la villa fue salvada de las brutalidades de los herejes de manera milagrosa, por la intercesión directa de la Madre de Dios. Esta Virgen debió de tener gran predilección  entre la ciudadanía, al menos hasta 1719.

En ese año, la Flota de Nueva España, escoltada por la armada de Luis XIV, es atacada en la ría de Vigo, en 1702, por la escuadra anglo-holandesa, en la conocida como Batalla de Rande, el puerto de Pontevedra quedó al margen de la contienda y no sufrió ataque alguno, de este modo la Virgen de Quitapesares pontevedresa debió de acrecentar su devoción ante los fieles como protectora de la villa pues, una vez más, los había protegido. Pero los cartógrafos que formaban parte de las tropas francesas, aliados en esta ocasión con los españoles partidarios del advenimiento de la dinastía borbónica, reconocieron las aguas y el litoral de las rías y levantaron planos detallados de toda la zona, esta precisa información fue puesta a disposición de sus nuevos aliados en 1719, los ingleses, facilitando el desembarco de parte de las tropas de la escuadra del almirante Michells en la estuario del Ulló, en el fondo de la ría de Vigo, encaminándose esas tropas, bajo el mando del general Wade, a marchas forzadas, hasta la villa de Pontevedra.

Como narra Meijide Pardo, la población pontevedresa huyó despavorida ante esta invasión que asoló la desierta villa durante varios días, siendo los causantes del incendio de importantes edificios, entre ellos se encontraban: las Torres Arzobispales, la Maestranza, el pazo de los Churruchaos y la casa de los hermanos Nodales.

En esta ocasión la población entendió que la Virgen no protegió a sus fieles y estos la condenaron a un olvido tan profundo que, con el paso de los años, la mayoría de los pontevedreses eran desconocedores del significado de este relieve, cuestión que sigue ocurriendo hoy en día.

domingo, 4 de febrero de 2024

… y Valle-Inclán perdió su brazo

 Su verdadero nombre era Ramón José Simón Valle y Peña, aunque tomó el apellido de uno de sus ilustres antepasados paternos, Francisco del Va­lle-Inclán, para recomponer su nombre artístico. Nació en Vilanova de Arousa el 28 de octubre de 1866 y murió en Santiago de Compos­tela el 5 de enero de 1936.

Su relación con Pontevedra comienza desde su juventud, pues cursó el bachillerato en el instituto capitalino hasta 1885. En ese tiempo ejerció una gran influencia sobre él Jesús Muruais, siendo decisivo en su formación literaria.

En sus años de estudio en Santiago trabó amistad con el polifacético personaje florentino Attilio Ponta­nari, del que aprendería esgrima y nociones de italiano. Años después, en su estancia en Pontevedra en 1894, vuelve a coincidir con el italiano, y en el Círculo de Artesanos y en el Casino pontevedrés, Attilio y Ramón, maestro y alumno, dan exhibiciones de esgrima, de un altísimo nivel, ante el entusiasmo general.

En esa época vivió en una casa en la plaza de las Cinco Calles y aquí pu­blicó su primer libro, la colección de relatos de tema amoroso, Femeninas, en 1894, rela­cionándose con los círculos intelectuales del momento. Prolongó su estancia en la ciudad hasta 1896.

Hay una escultura de Valle-Inclán en la plaza de Méndez Núñez, donde se representa al escritor, figurativamente, abandonando la casa de los Muruais, después de acu­dir a una de sus animadas tertulias con otros intelectuales de la ciudad.

En 1896 volvió a instalarse en Madrid, allí acude a las famosas tertulias de los cafés, que se alargaban hasta el amanecer y donde se juntaba lo más granado de la Gene­ración del 98, y pronto en ellas comenzó a ser conocido por su especial temperamento. Vive la bohemia literaria modernista y pasa mucha hambre y necesidad, el lugar donde vive es de tan poco espacio que es preciso subir las sillas con poleas para poder pasar. Aunque hay quien asegura que su situación no fue tan extrema y que fue el propio Valle-Inclán quien salpicó su biografía con grandes dosis de fantasía hasta entremezclarse con la realidad.

Fue en esta época donde aconteció el hecho que nos ocupa y lo relatamos tal como, al parecer, lo contó el propio Valle-Inclán:

Fue una noche de julio de 1899, don Ramón asistió a una de las tertu­lias que se celebraba en el madrileño Café de la Montaña, en la Puerta del Sol, entre otros contertu­lios se encontraban Jacinto Benavente, el pintor Paco Sancha, Martínez Sierra, Ruiz Castillo y el cronista Manuel Bueno. En un determinado momento de la tertulia, se alude a un asunto que era comidilla en esos días por los mentideros de Madrid, al parecer se trataba de un duelo entre un artista portugués y un joven aristócrata andaluz. Valle-Inclán aprovecha la ocasión para disertar sobre el tema del honor y lo de batirse en duelo y esas cosas, la conversación fue su­biendo de tono hasta que Valle-Inclán se encara con Manuel Bueno, que conocía bien el hecho, lo contradice y lo insulta llamándolo majadero varias veces. Manuel Bueno se sintió muy ofendido y amenazó con su bastón a don Ramón y este, lejos de amilanarse, agarra una botella de agua por el cuello y se va contra su adversario en actitud agresiva, Manuel Bueno se defiende y le pro­pina un bastonazo, don Ramón detiene el golpe con el brazo izquierdo pero el pomo metálico del bastón impacta sobre el gemelo de la camisa y se clava en la muñeca del escritor, sangrando abundantemente, por ello es llevado a la Casa de Socorro, donde se le hace una cura. Días después, continuó con molestias que iban en aumento, pero no hizo caso, hasta que los dolores fueron ya insoportables. Al acudir de nuevo al médico, este, ya no pudo hacer nada por salvar su brazo, el golpe había roto un hueso de la muñeca en pequeños trozos que no fueron retirados y la gangrena había hecho acto de presencia, había infección y la única solución era la amputación. Aún en estas circunstancias surgían sus genialidades. Cuenta que no quiso que le anestesiaran y que mientras el cirujano andaba al tajo, él se fumó un puro y con su humo hacía volutas.

"No proferí un grito, ni el más leve quejido… Recuerdo que, para ver yo bien la amputación, hubo necesidad de pelarme el lado izquierdo de la barba"

A pesar de este gusto por las trifulcas, don Ramón era en general una persona afable, prueba de su buen carácter es que no tardó en hacer las paces con Manuel Bueno. Un día se le acercó tendiéndole su única mano y le dijo: "Mira, Bueno, lo pasado, pasado está. Aún me queda la mano derecha para estrechar la tuya. Y no te preocupes, que aún me queda el otro brazo, que es el de escribir".

Otro hecho anecdótico es la herida de bala que sufrió en el pie en 1901. Acosado por la penuria económica que le hace malvivir en Madrid, decide trasladarse junto a los hermanos Baro­ja a Almadén, donde hay minas de cinabrio y la gente se está enriqueciendo. En el viaje por la Mancha, que no puede ser más valleinclanesco (relámpagos, truenos, lluvia atroz y las crecidas de las aguas del río Esteras), don Ramón permanece encima del caballo con más pena que gloria. En un momento y para no caerse realiza un movimiento violento, de tal suerte que se le dispara la pistola y se hiere en el pie. Lo llevan a Almadenejo y de allí en tren hasta Madrid, acabando con mejor suerte, ya que la herida curó totalmente y no le dejó ningún tipo de secuelas.

La suya fue realmente una vida "valleinclanesca", de muchas penurias, aderezada de situaciones esperpénticas pero, como decimos, hay estudiosos de su vida que dicen que noveló su biografía como si de una de sus obras se tratase y que sus penurias no fueron tantas.