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jueves, 26 de julio de 2018

Fragmentos de la Historia de Pontevedra

Quiero mostrar una recopilación de esos “fragmentos de la historia” que de forma cotidiana conviven con nosotros y que por la costumbre de verlos asiduamente, pasan desapercibidos. Me refiero a esos restos de edificaciones, diversos componentes de monumentos y construcciones que ha tenido nuestra ciudad y ahora, fragmentados, forman parte de nuestras calles, plazas y jardines y de nuestro paisaje urbano en general.

Como bien comentó en su día el historiador Juan Juega, al profesor Filgueira Valverde deberíamos de agradecerle, entre otras muchas cosas, el que fuese el promotor de que muchos de esos fragmentos de la historia, se entremezclasen con el entorno urbano actual, produciéndose esa mixtura de lo antiguo con lo moderno y que no fuesen depositados en almacenes o en el interior de un Museo.

Comenzaremos por uno de los monumentos más emblemáticos de nuestra ciudad, la Fuente de la Herrería. Ubicada originalmente en la esquina de la Plaza de la Herrería, más próxima a los soportales que se dirigen a la Plaza de Curros Enríquez. Se decidió acometer su construcción en 1537, mediante una Cédula del Emperador Carlos V. En 1858 fue sustituida por otra más moderna ubicada en la Plaza de la Peregrina. Sus restos fueron abandonados, hasta que la Sociedad Arqueológica se hizo con ellos y los conservó en las Ruinas de Santo Domingo. Fue en 1928, cuando la fuente se recompuso de nuevo y volvió a la Herrería, para ocupar su emplazamiento actual, en los Jardines de Casto Sampedro. Hay que hacer constar que el gran tazón no es el original de la fuente, ya que este no fue encontrado.

Otra fuente contemporánea a la anterior, fue la que se denominó Fuente de Santo Domingo, poco se ha sabido de ella, pero según el Profesor Filgueira Valverde, cabe la posibilidad que la fuente que se encontraba en el Paseo de Santa María y hoy la podemos contemplar al final de la calle Naranjo, contenga la taza original de esa fuente.
El Reloj de la Peregrina.- El 31 de octubre de 1896, se trasladan las campanas de la torre norte a la torre sur de la Capilla de la Virgen Peregrina y en su lugar se instala el reloj que procede del demolido Hospital de San Juan de Dios y según parece también, una de sus campanas. Este hospital se ubicaba en el solar que ahora ocupa la sede del Casino Mercantil, y recordando su capilla se levantó la todavía existente de las Ánimas.

El Campanil del Ayuntamiento.- Está situado en la cubierta del Ayuntamiento, próximo a su fachada posterior. Procede también del demolido Hospital de San Juan de Dios, junto con una de sus campanas, en un dibujo de Federico Alcoverro lo podemos contemplar en su ubicación original.

domingo, 22 de julio de 2018

Pichocho. El Robinsón de las Islas Cíes.

En los años 1987 y 1988 me pasé los meses de julio y agosto trabajando en las islas Cíes, era la época en que Vapores de Pasaje ejercía un monopolio total en la travesía en barco desde la Estación Marítima de Vigo (650 pesetas el viaje, ida y vuelta), y era poco menos que una epopeya, con mucha frecuencia el barco Islas Ficas navegaba un metro por debajo de la línea de flotación, la gente iba hasta subida al palo de la bandera y, día sí y día no, se dejaba a visitantes en la isla ya que el último barco de regreso iba a tope y no enviaban otro para recogerlos, con el consabido cabreo y rebote, lógico, del personal que llegó a protagonizar importantes jaleos. 
Allí conocí a un personaje curioso, le llamaban Pichocho, era junto con sus hermanos Benedicto y Serafín, que por cierto no se llevaban entre ellos, las últimas personas que habían nacido en las islas Cíes.
Pichocho tenía unos cincuenta y tantos años, y un aspecto muy parecido a Andy Warholl, pero en “loock mariñeiro”, era un tipo afable y simpático. Vivía en las Cíes durante todo el año, era el único, en una especie de “chabolo” detrás del parador (el bar del muelle donde atracaba el barco) y hacia la playa de los Alemanes, con una dieta a base de pescado y agua, el único medio de transporte que tenía en invierno, si se quería desplazar a la península, era su chalana de remos, cosa que hacía cuando la necesidad era extrema.
Cuando llegamos allí a finales del mes de junio del 88, nos lo encontramos en el parador, era el lugar donde se topaba Pichocho la mayor parte del día, y de la noche, cuando comenzaba el verano; le invitamos a un par de cervezas y charlamos cordialmente, le comentamos que nos gustaría poder ir a la isla Sur y que sabíamos que él tenía una chalana de cuatro remos, nosotros éramos tres mocetones, así que con él completábamos la tripulación, nos dijo que sí, que sin ningún problema ya que él hacía tiempo que no iba y tenía ganas de ir, así que acordamos en que volveríamos a hablar y quedábamos para ello. 
Pero con Pichocho había un problema, y era que hastiado de vivir todo el año solo en la isla con esa dieta tan severa, cuando comenzaba a llegar la gente de veraneo, los asiduos ya lo conocían y los nuevos enseguida entablaban amistad con él, y entre unos y otros no hacían más que invitarlo a todo tipo de bebidas, fermentadas y espirituosas, como habíamos hecho nosotros, en el parador, por lo tanto Pichocho pillaba un “coloconcillo” el 1 de julio y no lo apeaba hasta el 31 de agosto. Así que cuando le propusimos un día para ir a la isla Sur, su respuesta fue que quienes éramos nosotros y que no sabía nada de eso, que tenía el resto del año para ir allí, por lo tanto nos quedamos sin poder ir. Un día cuando me dirigía hacia lo alto del Faro del Cíes, el punto más alto de la isla, observé como una chalana con un tipo a los remos, Pichocho era, su inconfundible pelo blanco lo delataba, intentaba infructuosamente cruzar el estrecho entre las dos islas, durante unos veinte minutos lo contemplé, luchaba a brazo partido contra la corriente sin apenas moverse del sitio, no sé, quizá intentaba rememorar viejos tiempos o retarse a sí mismo para comprobar sus fuerzas, pero desde luego que ese día la situación no le era nada propicia y no nos engañemos, la mar es la mar, aunque eso él lo sabía muy bien y cuando intentaba esa travesía era porque otras veces lo había logrado. Un par de noches después me lo encontré en el parador, en la sesión “disco”, estaba acompañado, como siempre, de un nutrido grupo de personas a su alrededor, donde no faltaban caras bonitas, realmente era un auténtico icono de las Cíes y ahí Pichocho sí que triunfaba, era un verdadero Robinsón de carne y hueso “made in Galicia”.
Yo lo observaba y pensaba: al igual que otras cosas se habían transformando en las Cíes, pues de los hippies de antaño ya, salvo algún nostálgico, no quedaba ninguno, el campismo libre se estaba erradicando y prohibiendo, y empezaban a tasar el número de personas que podían venir en el barco, o sea, se estaba civilizando todo el “entorno rústico” que suponía el ir a las Cíes, Pichocho también estaba sufriendo una de esas transformaciones, aunque en su caso sólo durase la temporada estival.
Pichocho se murió a finales de los noventa o principios del dos mil, no recuerdo bien, con él se fue el último nativo que de forma permanente habitaba en las Cíes, y también el último icono de una época. Para los que conocimos aquellos tiempos, sin él las Cíes ya no son lo que eran.

viernes, 20 de julio de 2018

Teucro fundador de Pontevedra

Según don Claudio González Zúñiga, autor de la primera “Historia de Pontevedra”. Nuestra ciudad fue fundada por Teucro en el año 1215 a. C. 
Cuánto hay de historia o de leyenda sobre el héroe y estos acontecimientos sería otra cuestión a tratar.


Teucro fue un personaje de segundo rango entre los que participaron en la Guerra de Troya y uno de los guerreros que se introdujeron dentro del célebre caballo troyano, famoso por su habilidad en el manejo del arco. 

La escasísima iconografía que sobre este personaje se conoce ha sido el motivo por el que se le ha representado de forma equívoca, así la imagen que podemos contemplar en lo alto de la fuente de la Peregrina, una réplica del cetro del Gremio de Mareantes, más se asemeja a la representación de Hércules matando al “León de Nemea” en uno de sus doce trabajos, o quizá con más parecido todavía a Sansón que fue realmente quien desquijaró al león, ya que Hércules lo mató con la clava. 


A pesar de esta errónea representación, lo que sí parece del todo cierto es que a quien se quería representar era al héroe griego, pues “Teucro” se le denomina al cetro del Gremio de Mareantes y lo ratifica la inscripción que porta.

jueves, 19 de julio de 2018

Un viejo lobo de mar en las Chafarinas.

Me encontraba yo, en noviembre de 1986, en la isla Isabel II, la más grande y habitada de las Chafarinas. 
Cuando una tarde de temporal con fuerte viento del estrecho, solicitaron permiso, por radio, para resguardarse en la isla dos pesqueros marroquíes, anteriormente ya lo había hecho uno argelino y tras ellos un pequeño y raído velero, más parecido a una cáscara de nuez, que en el medio de aquella tremenda ventolera y la mar picada parecía increíble que se mantuviese a flote. 

Me tocaba a mí guardia en el muelle así que, junto con otro compañero, tuvimos que acompañar al sargento para las inspecciones de rigor. Era habitual que los días de temporal o viento muy fuerte en el estrecho, las pequeñas embarcaciones que transitaban por la zona solicitasen, por radio, permiso para poder refugiarse en el muelle de la isla, mientras amainaba el fuerte viento, y a pesar de ser zona militar restringida, se les solía permitir hacerlo, se inspeccionaba la embarcación, se tomaba nota de la documentación y si se trataba de pesqueros, generalmente, dejaban como compensación unos cuantos kilos del pescado de las capturas, amén de otras mercancías que portaban de “extranjis”, normalmente tabaco y alcohol.
Cuando le tocó el turno al velero, me quedé sorprendido. Era una embarcación de madera, ajada y muy rudimentaria, de unos cuatro metros de eslora, con un pequeño tambucho de camarote, un mástil con una sola vela y el timón de caña manejado a mano, “Albatros” era su nombre, no llevaba ningún instrumento electrónico, era la navegación pura y dura, con brújula y sextante, nada más. Su pabellón francés y su puerto de origen Marsella, aunque en esta travesía venía de Tánger. 
El tripulante era ya un hombre mayor, bastante mayor, un francés, un auténtico viejo lobo de mar, con barba y pelo canoso; en sus brazos llevaba tatuada más de media vida, simbolizada por sirenas, neptunos, delfines, barcos, anclas, mujeres desnudas, corazones rotos con nombres de mujer, diversas leyendas… 
Mientras realizaba las tareas de amarre y los pertinentes trámites de filiación lo estuve observando, le pregunté hacia donde se dirigía, debo decir que mi conocimiento del francés es el justito para pasar el día, aún así nos entendimos. Pese a su aspecto sobrio y parco en palabras, se mostró con ánimos para charlar, llevaba más de media vida navegando por el Mediterráneo, lo había recorrido desde el estrecho hasta el Bósforo siempre con el mismo barco, lo había construido él, con sus propias manos, un día decidió que lo que deseaba era navegar y vivir en total libertad, siendo únicamente él y el viento los dueños de su destino. Prácticamente no tenía nada, solamente aquel viejo cascarón por barco, pero se le veía feliz, no era una vida fácil, pero era la que él había elegido y le gustaba. Me habló entonces de la dureza de la mar y le pregunté que pasaría cuando ya se viese sin fuerzas para poder navegar solo, y me dijo que la mar se cobra sus tributos, él llegó a un acuerdo con ella, durante todos estos años, y esperaba que unos cuantos más, la mar le había facilitado todo lo necesario para vivir y cubrir sus necesidades básicas, le facilitó el medio por el cual desplazarse y vivir la vida libre e intensamente como había querido y le propició una inmensa fuente de subsistencia, como pago él le ofreció lo único que podía ofrecerle, su vida, me dijo: el día que ya no tenga fuerzas, la mar me encontrará aquí, tranquilo y sereno, surcando sus aguas, ella misma será la que se encargará de llevarnos a mí y este viejo amigo (refiriéndose a su barco) con ella. 
Al día siguiente yo me encontraba de vigilancia en la atalaya, en la zona más alta de la isla, y poco después de despuntar el sol lo vi partir en su viejo cascarón, con un navegar parsimonioso, como quien no tiene prisa por llegar a su destino, sino justo cuando le corresponda. Comprendí que al viejo marinero no le preocupaba porque, a estas alturas de su vida, ya era la mar la dueña de su destino.

miércoles, 18 de julio de 2018

El pazo de los condes de San Román (Pontevedra)

Como ya me han preguntado varias personas sobre el lugar donde se emplazaba el pazo de los condes de San Román, aquí vamos a exponer con un pequeño croquis y unas fotos actuales, junto con unos dibujos de Federico Alcoverro (Museo de Pontevedra), el lugar donde se encontraba y lo que se conserva a día de hoy.
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1- La fachada principal daba a la plaza de Curros Enríquez, hoy no se conserva nada de ella.
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2- El patio interior lo podemos observar, en una pequeña parte, dentro del establecimiento 100 Montaditos. Se conservan las columnas y balaustrada del piso superior con las hornacinas que albergaban emperadores, reyes y filósofos.
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3- La fachada posterior daba a la plaza de Teucro y hoy la podemos contemplar muy modificada, solamente una parte de la zona asoportalada ya que el resto, junto con la torre almenada, desapareció.
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Este lugar fue donde se ubicó la sede del Liceo Casino, en junio de 1858, al trasladarse de su emplazamiento original en el pazo de Tavares (justo enfrente en la plaza de Teucro) porque se les quedaba pequeño.

sábado, 14 de julio de 2018

Cruceiros de la Zona Monumental de Pontevedra

Si hay un monumento fuertemente enraizado en nuestra tierra y en nuestra cultura, ese es el “cruceiro”, una de las manifestaciones más genuinas y ricas de la arquitectura popular gallega
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Desde los inicios del cristianismo se buscó una sacralización de los lugares de culto pagano o sospechosos de ello. Con ese objetivo se colocaron cruces sobre piedras con alguna simbología mágica, como sucedió con menhires, petroglifos o piedras significativas como miliarios romanos y sobre todo en los cruces de caminos “encrucilladas”. La cruz, la espina dorsal del cristianismo, elemento purificador y protector contra poderes extraños. De ahí su ubicación en las plazas de los pueblos, como salvaguarda de las gentes.

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De los cruceiros que podemos contemplar en nuestra Zona Monumental, la mayoría no fueron destinados para ese emplazamiento en su origen, a excepción del de la calle de la Galera. Así el de la plaza de la Leña proviene de Caldas de Reyes; el de las Cinco Calles, de Estribela; el de Santa. María (plaza de Fonseca), del Burgo; el del Campillo, del paseo de Santa. María (ant. Lampán dos Xudeos); el de la plaza del Parador, se desconoce pero se ubicó ahí a mediados del siglo XX y parece ser que la virgen no es original, pues hay diferencia con la talla del Cristo; y el de las Ruinas de Santo. Domingo, del atrio del antiguo templo de S. Bartolomé.

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