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lunes, 24 de enero de 2011

Pontevedra Historia


Quién en nuestra ciudad no ha escuchado en alguna ocasión eso de: Pontevedra e “Boa Vila”…
¿Pero sabemos de donde procede la expresión?
Tiene su origen en las narraciones del cronista francés Jean Froissart (Valenciennes, Francia, 1337-1410). Famoso sobre todo por sus relatos de la guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia.
Froissart recorrió Galicia con las tropas del Duque de Lancaster, allá a finales del siglo XIV y aludía a Pontevedra como “Bonne Ville”, esto es “Boa Vila”, en referencia a su magnífico emplazamiento y a su esplendor económico.
Jean Froissart se marchó a Inglaterra en 1361 y allí fue nombrado secretario de la reina consorte Felipa, esposa del rey Eduardo III. Visitó Escocia en 1365, más tarde Bruselas y por último hizo largos recorridos por Francia e Italia. En el transcurso de sus viajes se dedicó a recopilar información sobre los eventos de la época. En torno a 1372 ingresó en la Iglesia y fue nombrado cura del pueblo de Lestines en la diócesis de Lieja. Durante los doce años siguientes Froissart compuso un romance en verso titulado Méliador y trabajó en la Crónica de Francia, Inglaterra, Escocia y España. Reanudó sus viajes en 1386 y visitó Inglaterra y otras partes de Europa, con el fin de ampliar su Crónica, en ella, describió muchos de los acontecimientos más significativos de los últimos tres cuartos del siglo XIV. Estaba imbuido de los ideales caballerescos, por lo que exclusivamente le interesaban los asuntos militares y nobiliarios.

jueves, 13 de enero de 2011

Miguel de la Quadra-Salcedo



Deportista innovador.
Corría el verano de 1956. El lanzador era Miguel de la Quadra Salcedo, polivalente deportista. Su primera copa la había ganado como ciclista, lanzaba disco, martillo y peso. Saltaba altura. Corría 100 metros. Tenía el record de España de halterofilia de pesos pesados. Había sido pilier izquierdo en la selección nacional de rugby. Incluso había competido en bobs a cuatro en Cortina D´Ampezzo.
Félix Erausquin le enseñó a tirar la barra vasca, especialidad en la que el atleta gira sobre sí mismo antes de lanzarla. No tardó Miguel en aplicarla a la jabalina.
En París, cuando impresionó a L´Equipe, De la Quadra tiró 62 metros, el récord mundial estaba en 81. De vuelta a España, Miguel de la Quadra, Erausquin y otros lanzadores españoles, comenzaron a acercarse al record del mundo, mientras se desencadenaba la polémica sobre la legalidad del estilo. Pronto llevaron el récord hasta el centenar de metros. Un día de octubre en la Ciudad Universitaria, se dan cita 15.000 personas, Miguel tira 111 metros, la jabalina sobrevuela el campo de rugby y cae en el de baloncesto.
Quizás preocupada por el hecho de que tres españoles puedan copar el pódium de los inminentes juegos de Melbourne (al final España no iría), la Federación Internacional cambia el reglamente y prohíbe dar vueltas antes de lanzar el dardo. Miguel ni se inmuta y en Puerto Rico, lanza, sin vuelta, 91,8 metros, nuevo récord del mundo. La federación cambia por segunda vez la reglamentación, tampoco la punta de la jabalina puede mirar atrás. Allí se acabó el vuelo de la jabalina española.
Muchos años después, Miguel de la Quadra, cuando ya era reportero de televisión, pasó un día por los territorios de una tribu amazónica poco amiga de los forasteros, cogió una lanza y después de la vuelta oportuna, lanzó el arma al otro lado del ancho río del poblado. Los indios se disputaron los pelos de su bigote, los querían como amuleto.

miércoles, 12 de enero de 2011

Una historia conmovedora...


En la Navidad de 1914 ocurría el hecho más sorprendente de toda la Primera Guerra Mundial.

La I Guerra Mundial, llamada en ese momento la Gran Guerra, se le denominó también la guerra de las trincheras, ya que las tropas luchaban a lo largo de kilómetros de trincheras. En ocasiones el enemigo se encontraba ...enfrente a escasos cien metros.
En aquella Nochebuena de 1914, uno de los vigías del ejército británico, advirtió la aparición de unas tenues luces en el lado alemán, con lo que dio la voz de alerta para prepararse para el ataque. Sin embargo, nada sucedió. Las luces se multiplicaron, y al observar por los binoculares, los británicos se llenaron de asombro al constatar que se trataba de árboles de Navidad iluminados, que situaban fuera de las trincheras. El Káiser de forma directa había ordenado que se enviasen abetos con adornos navideños al frente, junto con raciones extra de pan, salchichas y licores, unas medidas para aumentar el ánimo de la tropa, durante tan señaladas fechas.
Pronto se oyeron con claridad agradables voces en alemán cantando villancicos: "Stille Nacht, heilige nacht..." "Noche de Paz, noche de amor...".
Los soldados franceses y británicos admiraron perplejos los árboles luminosos. Esa visión casi irreal ayudó a crear un inesperado clima de fraternidad durante la noche. Varios soldados británicos se animaron a cantar también desde sus posiciones villancicos en inglés, con lo que el intercambio de balas de los meses anteriores se transformó en un intercambio de villancicos.
Tímidamente y envueltos en el mágico espíritu de la Navidad, se fueron uniendo a distancia a sus grandes enemigos, entonando cánticos al mismo son.
En tal estado de confraternidad, soldados alemanes comenzaron a gritar en un inglés aproximado "We don't shoot, you don't shoot!" ¡No disparamos, ustedes no disparen! Sin embargo, la duda y el temor no se habían disipado del todo.
Al amanecer, el día de Navidad, algunos soldados germanos, comenzaron a agitar banderas blancas y a salir desarmados de sus trincheras, con las manos en los bolsillos, a tierra de nadie. En el primer momento los aliados vacilaron, pero pronto salieron a su encuentro. Los hombres, que hasta ese mismo día habían estado matándose, compartieron tabaco, alcohol y chocolate. Los gestos de solidaridad continuarían durante toda la jornada, cada bando pudo recoger a sus compatriotas muertos en los combates de los días anteriores y darles digna sepultura. Los enterramientos fueron asistidos por el capellán de uno de los ejércitos, con dolor por ambos bandos.
Se intercambiaron regalos, algunas pocas cosas que habían recibido de sus familias las intercambiaron con los soldados del otro bando. Quien no tenía qué dar, se despojaba de los botones de su casaca para que quedaran como recuerdo. Otros mostraban fotos de sus familiares, cartas, recuerdos íntimos...
¡Alemanes y británicos llegaron a jugar un partido de fútbol! Unos dicen que terminaron 2-1, otros que 3-2, siempre a favor de los germanos.
La noticia de esta tregua llegó a los respectivos cuarteles generales y se adoptaron medidas para frenar esa actitud. Un número indeterminado de soldados franceses sufrieron severos castigos como escarmiento, mientras que por parte de los alemanes fueron enviados al frente oriental, uno de los más duros castigados por la aviación aliada. Se cuenta la historia de un capitán del ejército británico que fue condenado a muerte por su estado mayor por "confraternizar con el enemigo" en la tregua de Navidad del '14. El mismo rey Jorge de Inglaterra tuvo que intervenir para que se le perdonase la vida.
Las cartas en la que los soldados narraban los hechos a sus familiares fueron destruidas y algunas informaciones que llegaron a los periódicos británicos se censuraron. Los franceses confiscaron los negativos de las fotografías que algunos soldados habían tomado durante la tregua, en donde se veía posando a todos amistosamente.
Alfred Anderson, fue el último testigo de esa tregua navideña que quedaba vivo, este escocés falleció a los 109 años. A él la tregua de Navidad le tocó en Francia y duró solamente un día. Pero la vio y la vivió, estuvo con los alemanes, departió con ellos. Fue un hecho real, fue la magia de la tregua de la Navidad de 1914.