Descargados los objetos de mayor valor
en Pontevedra, deciden dirigirse al puerto de La Coruña, como buque procedente
de Brasil con cargamento de café, sedas y otros tejidos, con el piloto
Rodríguez suplantando al capitán Sousa Sarmento y con destino a las islas de
Cabo Verde.
En la travesía se suscita en el ánimo
de los principales cabecillas temores por la desconfianza que tenían de algunos
de a bordo, por lo que Soto decidió eliminar a aquellos individuos cuya
presencia juzgaba arriesgada para su seguridad, y así se le dio muerte a Juan
el cocinero, al negro Joaquín y al infeliz marinero americano del Topaz a quien
perdonaron la vida en un principio.

Reparado el bergantín de la fingida
avería y descalabro, y terminados todos sus negocios, trataba Benito Soto de
verificar la salida cuando el domingo, día 4 de mayo, se presentó a bordo el
consignatario manifestándole en sus palabras muestras evidentes de saber la
procedencia sospechosa del buque, ya criminal a sus ojos, y lo mucho que
importaba dar la vela al momento y abandonar el puerto.
Después de dar vela el bergantín con el
aparente destino a Lisboa, anunció Soto que su verdadero objetivo era arribar
en la plaza de Gibraltar, para dicho punto dijo llevaba letras de cambio, cuyo
valor alcanzaba a veinticinco mil pesos fuertes y que allí daría a cada uno su
parte de presa, con lo que además pudiera corresponderles por el producto de la
venta del bergantín. A sus confidentes y allegados manifestó que con ese dinero
volverían a La Coruña a recibir lo restante del cargamento que ya estaría
consumado. Se cree que sus verdaderas intenciones era la de embarrancar en las
costas de Berbería, abandonar allí a los portugueses y huir con sus principales
cómplices, repartiéndose entre ellos todo el botín.
En la noche del 9 de mayo creen
reconocer el faro de Tarifa y Soto ordena dirigir el bergantín hacia la playa
donde embarrancaron en la hora de la pleamar. Pero en lugar de la costa
solitaria, donde pensaban encontrarse, lo hicieron en la playa de Santa María,
en la isla de León, a menos de tres millas de Cádiz. El jefe superior de la
provincia marítima dicta providencia para lo prevenido en estos casos por las
Ordenanzas de Matrículas. Pasa una comisión de su juzgado a la playa con este
objeto, se procede al examen del buque náufrago y tripulantes, y tras su
sospechosa apariencia, dan por buena la versión de los piratas y son reputados
por inocentes y absueltos, y el buque dado por su origen legítimo y legal.

Durante
seis días los piratas camparon a sus anchas por las calles de Cádiz, a
pesar de la voz pública que, desde los primeros momentos, señaló a aquel buque
y su tripulación de procedencia sospechosa. Cuando las sospechas de que podrían ser unos malhechores tenían más
fundamento, despertó el celo y anticipó las indagaciones del Juzgado de Guerra
y Extranjería que promovió al instante los comprobantes de aquella sospecha y
la prisión de los delincuentes.
Aunque esa tardanza facilitó la fuga de
cuatro de los principales criminales, entre ellos el del capitán pirata Benito
Soto, quien logró embarcarse en Cádiz, con destino a Gibraltar, el mismo día en
que eran detenidos sus compañeros.
Del resto de los piratas juzgados y
sentenciados por las autoridades españolas en Cádiz, resultaron las siguientes
sentencias:
El 11 de enero de 1830 a las 11.00 h. de la
mañana fueron ahorcados en Cádiz:
Francisco
Goubin - Joaquín Francisco - Pedro Antonio - Domingo Antonio - Nuño Pereira -
Federico Lerendú.
El 12 de enero de 1830 a las 10:00 h. de la
mañana fueron ahorcados en Cádiz:
Antonio
de Laida - Víctor Saint-Cyr Barbazán -
Nicolás Fernández - María Guillermo Teto.
El resto, condenados a diversas penas
de presidio:
Manuel
Antonio Rodríguez (10 años) - Cayetano Ferreira (8 años) - Manuel José de
Freytas (6 años) - José Antonio Silva (6 años) - Antonio Joaquín (6 años) -
Joaquín Palabra (Absuelto).
Solamente uno de los piratas que habían
huido, José de Santos hombre de confianza de Soto, no fue encontrado y que se
sepa no se encontró jamás.
(Continuará… nos quedan las conclusiones)
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